miércoles, 7 de diciembre de 2016

Verde, como el pasto

Retozando en la pradera me di cuenta de que no hay nada más vacío que el que hace las cosas por interés, que el interés es aquel que impulsa a alguien a entablar amistad con alguien más cuando sus caminos no se cruzan y que los caminos cruzados son difíciles de ver.
No siempre el interés es malo, de todas maneras, a veces el interés da paso a algo auténtico que fluye como el cauce de un río. Y entonces ya no hay vacío, sino está el cristal, y el cristal no es malo, porque es claro, es hermoso, y se crea con mucha paciencia.
Me estaba preocupando por cosas tan egoístas como la naturaleza de mis relaciones, sobre si estoy solo en el mundo y si eso es bueno o es malo (por cierto, llegué a la conclusión de que sí estoy solo y de que es bueno porque nadie me detiene), o sobre qué debería estar haciendo, cuando vi a un ave volar sobre mí, y al seguirla con la vista, me topé con un árbol, imponente, antiguo, lleno de vida, y con el susurro de sus hojas al viento.
Mi mirada volvió al cielo y observé entonces que habían varias nubes en el cielo. Extraño, no recordaba haberlas visto antes. Estaba tan inmerso en mis pensamientos terrenales que no estaba viendo la hermosura del paisaje del que yo era parte. De estar tenso pase entonces a relajarme y abrir mi mente, dejando así que esos pensamientos tóxicos se escurrieran fuera y se fueran escapando bajo tierra por siempre.
Una nube tenía la forma esponjosa y blanca de una nube. No entendía por qué en las películas y series siempre tenían forma de algo, yo sólo veía una nube. Claro, las nubes no tienen forma, pero son esponjosas, ¿no es cierto?. Pero se supone las nubes forman figuras, y ninguna de las nubes en el cielo las forman. ¿Entonces a qué estaban jugando en la televisión, haciéndonos creer que las nubes tienen forma?
"Espera un momento, ¿qué estoy haciendo?" me pregunté. Me había decidido a observar el paisaje y disfrutar los momentos, pero de la nada ya estaba de nuevo torturándome con preguntas que sabía no podría responder, al menos no de forma satisfactoria.
"¿Cómo le hacían para calmarse? Respirar hondo y contar hacia atrás creo. 10, 9, 8, 7, 6, 5... Nada. Esto es desesperante, rayos, no logro entender por qué dicen que contar hacia atrás relaja, sólo me estaba desesperando. Vamos mejor con las ovejitas, a ver... ¿cómo hago para imaginarme una oveja? Mmm no lo sé, nunca había imaginado una oveja".
Decidí rendirme en calmar mi mente y comencé a observar todo, traté de absorber cada centímetro de información que el entorno me daba. No sé para qué aquel libro decía que esto iba a resolver mis problemas, sólo me hacía perder tiempo, pero bueno, ya estaba aquí, iba a aprovechar cada segundo e "intentar sacar lo mejor de la situación".
Mi mirada no pudo evitar posarse en el pasto. Al principio me irritó tener que vérmelas con la hierba, porque luego te deja la sensación de mil piquetes o los insectos camuflados en ella te comienzan a atacar. Pero viéndola, deteniéndome un segundo con una perspectiva diferente, me di cuenta de lo hermosa que era, verde, radiante, meciéndose delicada y firme al viento. Y el viento, aquella fresca brisa que soplaba en la tarde. Cerré mis ojos para intentar sentirlo con más fuerza. Me sentí verde, como el pasto.
Y, de pronto, la naturaleza me rodeaba en todo su esplendor. El frescor de su aliento me rodeaba, a veces me daba escalofríos, pero era relajante sentir aquel eterno ventilador sobre la piel, era reconfortante.
Abrí mis ojos, y todo era bello. Más pájaros surcaron el cielo, y yo seguí su trayecto por el cielo de infinito azul, aquel azul que sólo se veía interrumpido por las nubes y alterado por el atardecer.
Al principio odié el atardecer, recordé. El Sol no calentaba ni quemaba tanto, pero cómo molestaba la intensa luz naranja que lanzaban sus rayos, deslumbrándote aunque cerraras los ojos. Era desesperante.
Pero viendo la gamma de colores que bailaban en un espectáculo memorable detrás en el horizonte, me sentí, pequeño, insignificante, pero bendecido, afortunado. No cualquiera puede llegar a darse cuenta de lo que hay detrás de esa belleza, porque sabía que detrás del infinito azul había un infinito negro, y cruzando los colores del atardecer sólo había oscuridad. Me sentí entonces inmensamente triste y decepcionado por lo ignorante que había sido antes, pensando que el humano gobernaba todo y que yo puedo gobernar mi futuro a conveniencia, cuando hay cosas más importantes que el yo rodeándonos.
Mi mente voló entonces a cavilaciones más profundas que no me molestaron, porque sentía que eran las preguntas correctas: Yo he visto este atardecer, pero, ¿qué han visto los atardeceres? El Sol se ha levantado y puesto por siempre, y está desde antes de que la Tierra existiera. Ha visto cuando ella era una masa sin forma, cuando era un planeta caótico, la vio en su esplendor de vida y la vio sufrir cuando la vida fue destruida casi en su totalidad. Vio cuando los humanos aparecieron, cuando progresaron, cuando crearon. Nos vio dejar de verlo, nos vio construir, nos vio olvidar. Y cuando nos vayamos, seguirá allí, siempre, tan sólo unos minutos de hermosura y belleza incomparable que parece una eternidad.
Deseé poder quedarme hasta el amanecer, deseé haber llegado antes a aquel lugar. Vi entonces las nubes antes de que el Sol desapareciera, y vi que parecía que se hubieran encendido. Logré ver entonces edificios con cúpulas en ellas, edificios, islas flotantes: era como si hubiera un mundo escondido en las nubes, y en aquel mundo hubieran encendido ya los faroles y las bombillas.
<<Y es que cuando llueven cerebros nada cambia, pero cuando se cosechan los frutos de ello las ideas entonces se dejan ver y se llevan a cabo, pero ¿quién va a ver algún día de su vida una lluvia de cerebros? Es algo tan descabellado como que hay más de 10 millones de estrellas. Pero las hay. Y, aunque no las puedas contar, puedes imaginar que están allí, expectantes, burlándose de lo ingenuo que puedes llegar a ser por no dejarte serlo. No se tiene que ver para creer, y si tienes que hacerlo, entonces eres tú el crédulo, porque se consigue llegar a lugares más altos volando que con los pies en la Tierra.>>
Claro que volvería, volvería cada que pudiera, porque mis problemas ya no eran problemas, sino un pequeño contratiempo que se resolvería fácil. Y es que todo tiene solución.
Con mis pulmones llenos de aire puro, mis ojos deslumbrados pero no arrepentidos, y mis oídos calmos, volví a casa con una sonrisa de oreja a oreja, y riéndome ocasionalmente por alguna ocurrencia nueva de mi mente renovada.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Lavanda

Los colores morado y verde se han convertido ya en una mezcla difusa pero heterogénea en mis ojos. Paso sobre las plantas a una velocidad de vértigo, por lo que el paisaje no es algo que pueda disfrutar, mas la monotonía y eterna sucesión de colores debajo de mí generan en mi mente una sensación de calma.

Vuelo. Toco el cielo y bajo de nuevo, porque soy libre, porque soy yo.
Vuelo. Porque la vida es una y pasa muy rápido, así que decido ir tan rápido como ella.
Vuelo. Subo y bajo en delicadas curvas, y todo es tenso, frágil e inigualable.
Y vuelo. Mi mente flota y se mueve a la velocidad del viento. Acaricio las nubes y saludo a los pájaros, planeo entre los árboles y vuelvo al cielo abierto.

Lavanda es la causante de ese color morado. Puedo olerla, su fuerte fragancia, un campo lleno de ellas. El verde es por las hojas y tallos y casi puedo aspirar el polen suspendido en la atmósfera.

El aire fresco humedece mi cara y pequeñas gotas de agua se acumulan doquier. El día es fresco, y fresco me siento; cuando vuelo puedo ser yo, cuando vuelo no hay límites.

Soy como un río en el cielo. El agua en la tierra me hace sentir igual de fluido cuando la miro y vuelo, porque estoy flotando sobre el planeta y soy parte eterna de él, por siempre diluyendo mis emociones en las corrientes de aire que circulan a mi alrededor y juegan conmigo: unas me suben, otras me bajan, otras me llevan a una velocidad mareante.

Y a pesar de todo desearía poder ser una piedra en ciertas ocasiones. Cuando dejo el campo de lavanda y me encuentro surcando la atmósfera de laa montañas, anhelo lo firmes que son en sus convicciones, lo fácil que les es quedarse en un lugar y lo cómodas que se ven. No obstante una montaña no se puede mover. Es lo que recuerdo cuando cruzo a través de ellas y llego a un dorado campo de trigo, donde sé que pronto habra un molino solitario precedido por un río y el paisaje cambiará debido al tamaño de la obstinación y terquedad de la montaña. Pues lo primero que notas es una inmediata fascinación de sus creencias, mas la inmensidad con la que las sostiene sofica al hermoso aire, lo seca y deja un desierto a su paso. Mi pobre corazón no sabe si partirse de dolor o sobrecogerse de la emoción, porque el desierto es cruel, caliente y frío, lastimero y oculta secretos. Pero es aún más hermoso que el campo de trigo. Es más dorado, más sorprendente, más inmenso. Y yo no volaré sobre él.

Seguí volando, rodeando al desierto para no manchar su hermosura, y encontré un valle como muchos. Vi cómolos pájaros surcaban olas enfurecidas e invisibles que los querían detener, y las valientes aves las enfrentaron para no rendirse a una muerte segura. Oí el canto del viento en arcos, escuché los susurros del mar y sentí las vibranciones de la tierra cuando por fin me detuve junto al volcán, al final de mi travesía y siendo ya de noche.

Este era mi cometido. Plegué mis alas en mi espalda, entumida por el largo viaje, y caminé hacia la orilla del cráter ardiente. Por fuera hacía demasiado frío, pero sabía que dentro el frío era un lujo.

Caminé al cráter, e hice como las estrellas me dijeron. Me dejé caer de espaldas para poder seguir viéndolas por última vez, solté de nuevo mis alas, abrí los brazos y solte la bolsa gigante de hielo que venía cargando desde los glaciares, antes fel eterno mar donde mi primera vista de la tierra fue un hermoso campo de lavanda. Lo había visto una vez, pero no lo observé porque no se avecinaba mi fin y supuse tendría todo el tiempo del mundo. No lo sabía entonces, que yo y otros 6 sujetos sellaríamos volcanes para alterar la tierra a futuro, pero eso consumiría nuestras alas y quedaríamos atrapados en la roca recién solidificada.

Di vueltas por el cráter, lo más cerca posible como las estrellas dijeron, soltando los hielos para que estos no se derritieran en la caída. Era extraño cómo no se derretían por el simple hecho de estar junto a la lava del volcán. Luego cayó un rayo del cielo en el centro del cráter, habiendo yo depositado mi total de 20 bloques de hielo, y el rayo tembló y se expandió dentro del cráter. La roca comenzó a extenderse en grandes volúmenes en la capa exterior, y la luz la jaló hacia el centro. Pronto el cráter estaba sellado, por roca y por luz de luna, y yo me sentí desfallecer.

Cuando caía, me pareció ver que flotaba de nuevo. Logré atisbar jirones de lo que pasó después cuando el rayo me jalaba hacia un acantilado, donde ya estaban tres de los siete voladores que sellaríamos los cráteres. Cuando el séptimo llegó, el alba asomaba tímidamente en el horizonte, y un cometa partía el viento sobre la tierra mientras se dirigía al acantilado. La luna, con aus gentiles rayos, nos empujó a los siete moribundos hacia el vacío, y caímos sobre el cometa pero nadie sintió nada que no fueran esperanzas para el futuro y una pronta recuperación.

Desde entonces ya no surcamos los cielos porque nuestras alas aún no se recuperan, pero surcamos el espacio, los siete juntos, observando maravillas y esperando el tiempo perfecto para volver y cumplir nuestro destino.

sábado, 30 de julio de 2016

Nada

Y de repente, nada queda.

Caminando por el campo, comencé a preguntarme si algo acaso valía la pena. Hay muchas cosas, sí, por las que esforzarse, pero ¿realmente hemos progresado? ¿Es mejor esforzarse ahora por las profesiones o habría sido mejor años antes el adorar a los múltiples dioses? No logro descifrar si este siglo es mejor que el anterior.

Tambien me pregunto si sacrificarse a uno mismo vale la pena. Al fin, será perecedero todo lo material por lo que luchamos; el progreso genera regreso a malas costumbres o deficiencia en algo. Es decir, si subimos, hay que aplastar un escalón y lo que haya en él, pisotear alguien para pasar sobre él y alcanzar lo mejor.

¿Sacrificarse a uno mismo o velar por el futuro que se de? Una vez un hombre dijo "esperanza de hoy, verdad del mañana". Pero eso no es del todo cierto, y desmiente el "ayúdate que yo te ayudaré" y al "camarón que se duerme se lo lleva la corriente", por lo que tenemos un conflicto de intereses e ideas. Hay que pensar que esto significa: uno puede creer en el destino, pero otro dice que el destino lo crea uno mismo. Y si no haces nada, te estancas. Y si sigues la corriente, sólo avanzas. Y si luchas, puedes llegar río arriba, mas, el agua de arriba es pura, pero llega abajo más nutrida y con más anécdotas.

Hay veces en las que prefiero detenerme y disfrutar, observar los paseos de la gente. Hay veces en las que el bullicio es exagerado y yo no deseo participar en él. Pero muchas veces corro con el viento, él llega a lo inaccesible y no se queda en un solo lugar. Mencionaron por ahí que el viento es libre, pero yo opino que está maldito, porque la tierra está presente observando y participando en todo, el fuego es hermoso y fugaz, el agua está en movimiento pero frecuenta los mismos lugares. El viento no. Él (viento) pasea por todos los centímetros del planeta pero es incapaz de detenerse en un lugar, de asentarse, por muy lento que pase. Sólamente se detiene cuando va a emprender un maratón, un frenesí de ventiscas y tifones.

Y las estrellas brillan en lo alto, mas inalcanzables: la hermosura en su apogeo, tan incapaz de ser amada en primer lugar, siempre desde lejos. Pero ni el viento ni las estrellas son perpetuos, ni los humanos nos estamos quietos, queremos ser activos como el viento y esplendorosos, opulentos como las estrellas, mas terminamos siendo grotescos como el Sol - útil, imprescindible, mas hiriente - y frecuentamos la zona de confort como el agua.

Desvanecer, como virutas de polvo, como humo, como promesas.
Así es todo lo que hacemos o decimos, y cada vez es más artificial y menos duradero. ¿Qué nos pasó? ¿A dónde se fue esa determinación por el progreso? Apuesto a que terminó bajo los granos de arena que tienen grabado "agarra lo que puedas" y "sé superior, te conviene para sobrevivir". Ya no hay autenticidad en lo que importa y son pequeños los jirones de la vida los que realmente valen la pena. Un amigo, una relación, un gusto, un proyecto personal. Todo se repite a sí mismo, y tenemos miedo del inmenso vórtice por el que caemos en espiral pero no pueden escapar más que unos pocos, de los cuales se reduce aún más el número por la frecuencia en que estos son afectados por la realidad de lo oculto.

Y debajo no hay nada, no detrás, ni dentro. X, Y, Z. 1, 2, 3. Pintura, Música, Literatura. Saltos y caídas, no valen nada porque es una ilusión donde giramos, pero no quita el hecho de que sigue siendo gratificante el llegar más alto cada vez por dura la caída (la cual es hipotética, ya que se cae en nada).

No quiero sonar pesimista (sé que es muy tarde por ello). Sólo pretendo recalcar lo valiente que es seguir intentando, y que vale más cuando sabes (o crees saber) que al final no obtendrás lo que esperas.

Esperanza de hoy, verdad del mañana. Esperemos entonces que el mundo sea redondo, así nos podríamos poner de acuerdo en su diámetro.

martes, 7 de junio de 2016

Botas y café, plumas y papel (Parte 1)

Aquellas botas de color café atraían mi mirada. Pertenecían a una mujer cuya edad, calculaba yo rondaba los 20 años. Pero no me fijé tanto en ella, por lo cual no podría dar una descripción de sus facciones; puedo decir que es algo agraciada, mas no estoy seguro si era muy bonita o solo una cara agradable entre el gentío, sólo sé de sus botas: aquellas botas café claro con delicados relieves en sus costuras, un delicado tacón que le daba aires de elegancia modesta y un diseño ligero pero presente. Quiero aclarar que no he tenido nunca una atracción por las botas, mas estas en específico atraían mi mirada, exigían mi atención. Combinado con el olor a café en la estancia y el persistente peso de la pluma en mi mano hacían que, cuando volteara a mi hoja en blanco, esta brillara más radiante que nunca; mis ojos veían inciertas formas bailando sobre el papel, lineas que se dibujaban y desdibujaban, haciéndome tantear un boceto sobre las botas, de un café tan claro como mi capuccino; comparables al café, verlas era tan placentero como oler el café de mi mesa. Era el elemento que estaba buscando mi imaginación.

Plasmando la imagen de las botas en mi cerebro, comencé a trazar sobre aquellas traviesas lineas; no he sido nunca un gran dibujante y las lineas se movían demasiado, por lo que pronto realicé mal un trazo y decidí hacer algo diferente. Mi atención había volado en un santiamén de las botas a mi hoja, para luego deslizarse a la pregunta de qué podrían ser esas botas y malos trazos en mi papel. No pensé, solo posé la pluma sobre las lineas, dejando que mi subconsciente hiciera el resto.

Sus ojos ahora me miraban. La hoja me estaba observando, con aquella cicatriz presente en su mejilla izquierda. La bota se había transformado en una hermosa mujer con una cicatriz; esta dama curvaba y arrugaba un poco su melancólica mas hermosa cara en un gesto de preocupación, observando el sol perderse en las montañas. Creo que había perdido algo importante y lo estaba buscando. Creo que había perdido el tren y, con ello, quizá perdió un evento importante; a juzgar por su atuendo y su rostro manchado de tierra, creo que estaba en un lugar rural, lejos del hogar donde residía, y se iba a marchar a descansar, mas el transporte se fue sin ella y no volvería hasta el día siguiente. Ella, desesperada, veía impotente al sol esconderse, anunciando una noche de abandono y soledad para ella. Sin embargo, ella, a pesar de estar preocupada, estaba emocionada por una noche entre la naturaleza.

Volví a la realidad, mi café se había enfriado.

lunes, 30 de mayo de 2016

Rosas en ramo, dalias y claveles en mano

¿Qué no conoces a los poetas?
Ellos divagan por las palabras y sus metas
Y yo, humilde aprendiz, no soy ballesta
En sus batallas de versos ni en su frenesí de letras

Chistoso te pareceré, y tal vez curioso
Encima me arriesgo a un malentendido maldoso
Mas sepa, dama, que mi intención no es ser hosco
Y un poeta jamás será tosco

Poeta no soy, mas seré
Aún así la incógnita nació
Del por qué chistoso le resultó
A usted cuando yo verdad le hablé

Es eso lo que por mi mente cruzó cuando le expliqué a una dama lo que un caballero debería darle. No que le dieran una rosa, mencioné yo, pues que ella debería recibir un ramo de aquestas. Sin embargo, a pesar de los mensajes que nuestras hermosas flores guardan, celosas, como secretos, se empeñó la sociedad en que las rosas rojas son lo más viable, pero no eda lo que yo buscaba, yo le envié un ramo de rosas naranjas, puesto que estas remarcan la importancia que uno tiene de la amistad con la otra persona.

Me rechazó una propuesta no formulada, me alejo cual ola en el agua se aleja del mar, me apartó, siendo yo hoja, y ella siendo vendaval.

¡Ay de aquellos ilusionistas
Que vagan por la vida incomprendidos
Que no hayan amores ni amigos
Que a su lado no quieren permanecer!
Mientras que otros no esforzados deportistas
Vagan desentendidos y hallan su parecer

¡Oh, no entiendo yo su vaivén
Al cardumen no consigo creer!
Y como viento que llegó y ya se fue
Así son los peces que conmigo se quedan
Que parece no tienen poder
Ni voluntad para esta pieza

Y el tiempo que ella se tomó para irse no fue más que un santiamén, mientras que yo me quede en sus 500 pasos cavilando sobre las palabras, su poder. Sube y baja, llega y aparte, mas no permite más peso del que ya aguanta. Y sin embargo, mi opinión sigue en pie, aquella que le dije y por la que se fue: a una dama, rosas en ramo, dalias y claveles en mano.

viernes, 27 de mayo de 2016

El cielo se despeja

Después de varios meses, la nubes seguían allí. Al principio había sido un alivio ver que el sol se opacaba, mas al paso de los días se volvía evidente que de alguna manera ya no existía el equilibrio, el sol hacía falta y todo estaba de malas por la falta de luz natural. Todos estaban siempre alertas ante una lluvia o tormenta que se presumía evidente, sin embargo, aquella lluvia no llegaba. Así fue la vida por cinco meses, todo gris y lleno de viento frío que calaba los huesos y metía polvo a las casas.

Después de cinco meses, una fuerte lluvia se soltó y bañó la ciudad; recibiéndola desprevenidos, aquella inesperada cascada de agua fresca sobre todo mundo nos hizo brillar con nuevas esperanzas; los niños correteaban ante la deliciosa fiesta que el cielo había armado; los vecinos tomaban sus sombrillas y salían a pasear y a comentar al mercado o al parque una vez que el flujo de agua se detuvo un poco. La lluvia arreciaba sobre los techos de las casas, ocasionalmente un gracioso trueno retumbaba y hacía temblar los frágiles ventanales de grandes casas; todo mundo se introdujo a sus hogares a pasar un agradable tiempo en familia una vez que la emoción los agotó.

El agua caía y caía, a veces imparable, a veces con pequeñas gotas que se sentían como millares de piquetes sobre la piel. El ambiente se tornó frío y húmedo y pronto la gente comenzó a desesperarse de verse encerradas, algunas personas incluso se vieron en el infortunio de enfermarse. Las plantas, las cuales en un principio comenzaron a reverdecer, se veían ahora tristemente ahogadas sin nadie que las consolara. Así fue la vida por cinco días, todo oscuro y ocasionalmente demasiado brillante, lleno de gotas de agua que llenaban la mente de un helado mar de lágrimas de confinamiento forzoso.

La lluvia se detuvo y sentí como el dolor cesó. Abrí los ojos y vi a mi familia alrededor mío, percibí el olor a antisépticos y traté de hablar, preguntar qué sucedía, por qué lucían tristes. Recordé la lluvia y mire por la ventana: El cielo estaba claro, azul, sin nubes. Traté de calcular la hora, mas mi mente estaba espesa, mi lengua pastosa y mi cuerpo entumido.

Sonreí al recordar que, siempre, el cielo se despeja. Encontrando entonces un cielo hermoso, con la ciudad iluminada por una hermosa luz de sol, sentí cómo el viento finalmente desaparecía, llevándose mi alma consigo...

domingo, 22 de mayo de 2016

La noche de los amores

En una noche oscura
Con ansias, de amores inflamada
Oh dichosa ventura
Salí sin ser notada
Estando ya mi casa sosegada

A oscuras y segura
Por la secreta escala, disfrazada
Oh dichosa ventura
A oscuras y encelada
Estando ya mi casa sosegada

En la noche dichosa
En secreto, que nadie me veía
Ni yo veía cosa
Sin otra luz y guía
Sino la que en mi corazón ardía

Aquesta me guiaba
Más cierto que la luz de mediodía
Adonde me esperaba
Quien yo bien me sabía
En parte donde nadie parecía

sábado, 21 de mayo de 2016

El arte de crecer

Bajo tierra, sus brazos se extendieron
De origen humilde, su red tejió
La primera fase, todo tan oscuro
Para las raíces en el suelo puro

Ellas vienen de algo mayor
Su meta es igualar a su creador
Las plantas, tan hermosas como son
No hay quien iguale su color

Poco a poco su tallo va emergiendo
Lento y constante, se extiende hacia el cielo
Tanteando el suelo, tanteando del aire el velo
Tímidamente sus hojas suelta al ruedo

Y es así como al pasar de los días
Cada vez engrosa y crece
Una planta, insignificante a veces
En medio del bosque, sola y hacia arriba

Con un par de años podemos notar
La planta, que ya se hace destacar
Pues de poder pisarla ahora nos hace tropezar
Pues creció demás, y seguirá en el andar

Árbol inigualable se volverá
Hermoso y vivo, inmenso será
Aquella diminuta semilla con un gran deseo
De volverse un titán como el abeto

¿Tendrá mejor qué hacer este sujeto?
El árbol te intrigará
Pues sí, ya que ahora será su reto
Semillas y más árboles por crear

Y es así como el arte de crecer es
El ciclo poder completar
No quedar estancado, ni destacar
Sino crecer, y lo demás solo se dará

lunes, 16 de mayo de 2016

Contemplando el Castillo

Subiendo la colina, entre grises e inmóviles pierdas, tuve clara visión del valle donde se erige el Castillo de Sal. Se levanta, orgulloso, en su cuenca, en un valle oculto donde, con sus torres imperfectas, alcanza el sol. Señala al cielo y se despereza, estirándose cada vez más hasta lo inalcanzable, dando siempre una vista hermosa de sus alteraciones y sus compuertas.

El Castillo de Sal crece como un ser vivo y cada vez alcanza más altura, creciendo paciente como una estalagmita, lento pero constante. Se cree tan astuto y audaz el muy pillo, Ya que ni con la tecnología de los hombres, estos lo han encontrado, ni las mágicas sirenas lo han podido alcanzar o corromper.

Único como él mismo, el Castillo de Sal se libera en el agua que lo rodea, diluyendo parcialmente su exterior en el mar donde reside. El agua se torna entonces tan salada que es inhabitable, por lo que se le conoce como el Mar Muerto, siendo incidentalmente una defensa del Castillo de Sal frente a amenazas externas.

El Castillo de Sal, independiente como él mismo, se defiende de los opresores e invasores que detendrían su crecimiento comportándose como se le enseñó cuando era apenas un grano de Sal; siendo su meta no alcanzar las nubes, sino asomarse tímidamente a la superficie y conocer el mundo terrestre, dejando atrás el marítimo, para poder ser sabio y por fin disolverse en el aire.

Subiendo la colina, entre tristes piedras sin vida, pude observar el Castillo de Sal. Como agua cristalina, la visión se abría y presentaba ante mí, señalando el Castillo donde, en réplicas, surgieron todas las historias.

Caminando en la oscuridad

Lo único que veo por la ventana al despertar es un edificio moderno, uno de aquellos elegantes edificios con muros de cristal sostenidos por una estructura invisible de metal.

Me encuentro en un edificio derruido donde todo está destruido, con cosas esparcidas por todo el lugar y acomodadas (o amontonadas) de modo que haya espacio para caminar, dejando a cualquier transeúnte pálido y fantasmagórico vagar por los pasillos sin vida de un hotel quebrado.

Volteo y no hay nadie, solo veo una ventana y nada más, ni siquiera una salida, así que procedo a mover mis oxidados engranes para levantar a mi dolido cuerpo del suelo. Me asomo por la ventana y veo aquel edificio, pero ahora puedo también ver una calle a los pies del edificio, unos cinco pisos abajo, llena de coches inmóviles que se ven orgullosamente inmutables frente al paso del tiempo. Doy una vuelta por la habitación, buscando de nuevo una salida; desorientado y aturdido decido buscar algo similar a una escalera de incendios por la pequeña ventana, mas una sorpresa me esperaba ahora: El edificio cruzando la calle era ahora un bloque gris, desconcertándome también el hecho de que esté vacío alrededor.

Procedí a caminar alrededor, encontrando con un espacio que daba a un pasillo, perdido en el gris y la oscuridad, puesto que la única luz era la de la pequeña e insuficiente ventana. Este pasillo se sumía en una oscuridad que arrojaba siluetas inciertas, obligándome a guiarme por los espacios donde no hay objetos, suponiendo que me llevará a unas escaleras que suban o bajen y me saquen de este lugar. Llegando al final del pasillo, descubro una puerta, algo inusual en el pasillo lleno de huecos que dan a habitaciones sin luz ni ventanas, por lo que sé que cruzando la puerta me encontraré con las escaleras de la construcción en ruinas donde me encuentro. Saliendo en un vestíbulo de la planta baja y cruzándolo a una velocidad prudente que no muestra temor pero que no deja que una situación desagradable (en caso de que la haya) suceda realmente.

Saliendo a la calle, cruzo por los espacios vacíos que dejan los vehículos detrás de uno u otro, por lo que llego a aquel intrigante edificio recortándose sin gracia en el cielo diurno. Volteo a ambos lados y me parece ver sombras que se avecinan sobre mí, por lo que corro hacia la seguridad que parece proporcionarme aquel bloque gris. Subo todos los pisos, no sin un gran esfuerzo, y al llegar arriba por una discreta compuerta me asombra ver que el mundo donde estoy es un mundo resbaladizo, mi mente no logra ubicarse y pierde la percepción de todo; todo me marea. A pesar de lo confuso de la situación, logro mantenerme en pie, y me pongo a analizar por qué me siento así y por qué todo está vacío y sin sonido, haciéndome caer en la cuenta de que no logro escucharme a mí mismo. Grito, pero mis oídos solo logran rescatar un soplido. Me pellizco y golpeo las piernas, estampo prudentemente mi cráneo contra el liso cemento pero solo obtengo ligeras cosquillas; estoy como en un pensamiento espeso, una cortina de niebla se cierne sobre mi mente y nubla mis sentidos.

Sabiendo que no existe una posibilidad de aferrarme a la realidad, decido hacer de esta mi realidad antes de volverme loco, como pronto ocurrirá si no hago nada. Estaba caminando en la oscuridad del pasillo antes de saber que era la misma oscuridad de mi mente, pero había luz. Sí, en el pasillo, había luz, estaba iluminado, pero, ¿por qué no podía unir la luz con el entorno? Era como si existiera en otro lado, no en el pasillo. Y nada estaba destruido, solo desordenado... ¿Lo estaba? ¿Realmente era así? ¿Las sombras serían personas que querían ayudarlo a volver? Todo era tan confuso, el peso de todo esto lo sofocaba, se estaba ahogando y su cerbero se quedaría sin oxígeno, perdiendo toda esperanza de enfocar la realidad... Pero pronto recordó que él había escogido esto. No, no él, yo. Yo escogí esto. ¿O habría sido alguien más?

Sentirse así no le dio respuesta alguna, mas lo hizo quedarse aún más revuelto, generando un raro sentimiento incontrolable dentro de él. Risa. Me reí como nunca me había reído, y me dio miedo, pero él era así, no le importaba, era lo que quería hacer: Reír como un loco. Todo era tan aburrido, por lo que una risa sobre nada era una risa válida y... Todo se mueve. Caras vuelven, de pronto ha vuelto, mareos y percepciones, filtros emocionales y morales, todo aparece de la nada de nuevo como un recuerdo lejano. Volteó y habían edificios alrededor, estaba sobre un edificio moderno de paredes de cristal, un cristal que refleja la rutina de todos, pero no la de él. No, este no era mi mundo, pero es el mundo donde estoy. Miro alrededor y hay gente vestida de blanco alrededor, ¿eran meseros, enfermeros o doctores? Traían actitud policiaca. Al parecer venían del hotel de enfrente, donde había estado.

Ladeando la cabeza, analizó el hotel y observó que no parecía en nada un hotel, era un edificio que destacaba, una cárcel no proclamada para no criminales, pero no podía descifrar qué era. No es como si le importara, pero todo esto le hizo pensar de nuevo en cómo se sentía solo unos segundos atrás, y esto fue cómico, muy cómico para mí. No pude dejar este sentimiento debajo, así que, sin más, lo dejé salir. Fue la risa más gratificante, satisfactoria, llena y escalofriante que he oído.

Un parpadeo y me sumí en la oscuridad.

sábado, 7 de mayo de 2016

Bajo las aguas

Retozando sobre las aguas, creí ser el mejor: Retozando y flotando cual flor caída en un fresco charco de agua, creí poder estar solo. Ilusiones vanas creadas por uno mismo, confío y no miento, me creo lazos que luego no puedo romper.

Flotando más allá de la orilla en mi inflable de emociones, cama etérea y segura, los sonidos nos inflaban, pero una vez que los sonidos se gastaron me dí cuenta de que estaba flotando en una falacia, sin poder ser yo mismo y sobrevivir al mismo tiempo; me comencé a hundir.

De pie sobre inmensas raíces, las aguas rompían sobre y bajo mi burbuja. Incluso siendo un recuerdo era terrorífico y me paraliza, me hace temer ahora que estoy de pie hundiéndome , apoyado en mi balsa, la cual se abría paso hacia el lecho del mar como un astro se dirige a la luna. De pie, respirando los últimos jirones de libertad, trato de sobrevivir: empujo, jalo, nada sirve, nada detiene mi inminente fin...

Hundido, bajo las aguas, recuerdos pasan por mi mente, recuerdos de personas a las que incondicionalmente amo, aquellas con las que, por culpa de la sociedad y otros factores, no he podido estar, siéndome negada la felicidad social y siendo restringido y confinado a mí mismo.

Bajo las aguas, mis pulmones colapsaban, sin embargo no tengo miedo, no temo, tengo paz. No sé si lograré renacer, solo le pido al que me escuche que cuide de aquestas gentes, cualquier entidad, que los cuide de ahogarse como yo me ahogué amí mismo.

Flotando bajo las aguas, inmóvil y sin vida, una tonada suena por fin a lo lejos, llenando mi muerte de dulce melodía, marcando el fin con una rítmica y dulce cadencia, manteniéndome lejanamente consciente, sin alterar lo vacío que estoy por dentro.

Acostado en el lecho del mar, al fondo de las aguas, no veo un fin. Debería haberme ido, pero ciertamente mi alma existe en un mezzanine de vida y muerte donde pertenecí una vez, lo que provoca ser jalado hasta una puerta blanca y perfecta, la cual da a una habitación llena de desconocidos donde ciertamente encontraré mi rehabilitación y salvación, donde podré construir de nuevo mi balsa, volveré a nacer. Será entonces cuando retome mi lucha por llegar al final de manera realizada, completa y digna como siempre pude, pero sin necesidad de mandas una lista de buenos deseos, sino una de agradecimiento.

Sentado en la silla inexistente de una sala blanca, observo detenidamente los ojos de la persona sentada frente a mí...

martes, 3 de mayo de 2016

Tiki

Tiki despertó a las 6 en punto de la mañana, siendo lunes, primer día de la semana laboral. Abrió sus ojos y vio la luz del sol colándose delicadamente en su habitación, de manera tímida y amorosa. Despertó y escuchó su canción favorita en el despertador, olió la madera de los muebles de su habitación y alcanzó a oir los coches en la avenida, esforzándose por ganar el primer lugar en la fila del semáforo. Sonrió, era un nuevo día, una nueva semana, y todo estaba bien.

Se vistió, todo ropa deportiva, y salió a correr, encontrándose con la señora de la casa 10, el joven de la 5, la pareja de otra colonia... Solamente cruzó miradas con  ellos, pues Tiki no era una persona social, era más bien un marginado de la sociedad. Él se consideraba una persona neutral, ya que no participaba en ningún asunto directamente y cuando lo hacía era de manera parcial.

Lucía llegó alrededor de las 8:30 a.m., pues había quedado con Tiki de ir juntos al trabajo, ahorrando gasolina, aunque más que nada (y de esto se había dado cuenta Tiki) era porque el auto de Lucía estaba averiado y Mario no tenía coche. Sacó la excusa de la gasolina pero, al disgustarle un poco a Tiki la compañía empalagosa de Lucía, se encargó de invitar a Mario y a Paty, para balancear las cosas.

La hora acordada era a las 9, aunque no había tanto problema, ya que Mario y Paty estaban cerca y encima no había tanto tráfico, no como a las 7, 8, hora en la que la mayoría entraban a trabajar o a estudiar. Tiki no hacía mucho en su oficina, casi todo lo que tenían era trabajo en casa. Aun así, tenían horas por cubrir y reportes que entregar, ya que lo demás se hacía por medio de correo electrónico, así que procuraban llegar temprano y abarcar los turnos de las 9 hasta alrededor de las 3, para después salir a comer y, entonces, dependía del día, si regresaban o se dedicaban a otras actividades.

Tiki, Lucía, Mario y Paty se llevaban bien, habían superado la etapa de relaciones de trabajo y comenzaron a formar algo parecido a amistad, incluso bromearon con forma una banda. Tiki en la guitarra con un poco de melodía, Mario en la batería, abarcando toda la percusión, Paty con un piano que se encargaba de una dulce armonía y como segunda voz, y por último Lucía iba a ser vocalista. Crearon un par de canciones situacionales, como <<Mario se durmió a mitad del reporte>> o <<Paty volvió a derramar su refresco>>.

En la oficina, habían horarios establecidos. Llegando, por la mañana, todos serios, se ponían a terminar lo que no habían acabado el día anterior o adelantaban otras tareas. Era un ritmo rápido y exigente al que ellos acordaron trabajar, pero para eso estaban los <<suspiros>>, que eran los momentos del desestrés. Habían guerras de pelotas de desestrés y de bolas de papel, bromas y venganzas de bromas, anécdotas interesantes, anécdotas chistosas y anécdotas perturbantes, etcétera. Después de 15 minutos de suspiro, comenzaba una etapa de trabajo ligero donde se colaba algún solitario, alguna manzana o algún comentario entre dos compañeros.

Después de la comida, se separaban, Mario usualmente nunca volvía a trabajar hasta el próximo día, sino salía con amigos de universidad, Lucía solía ir por sus sobrinos y cuidarlos hasta que su hermana saliera de trabajar y Paty siempre tenía clases de algo. Era Tiki el único que, a su parecer, no tenía suficiente vida. Volvía a la oficina un par de horas, con lo que siempre cubría horas extras, y después caminaba por la ciudad en medio del ocaso.

Un día, Tiki se cruzó con una situación peculiar que lo dejó entumido: en medio del parque, le robaron el bolso a una señora de mayor edad, y el ladrón corrió en su dirección, directo a Tiki. Nadie había levantado una alarma inmediata, por lo que muchos no se dieron cuenta, pero Tiki sí lo vio, porque él observaba todo, al no tener nada mejor que hacer. Sin embargo, al cruzarse el ladrón con él, Tiki simplemente hizo nada. Le pareció, incluso, saludar con un movimiento de cabeza al ladrón, como hacía con todos los que se cruzaba mirada. Su conciencia no fue, a pesar de ello, lastimada, ya que un policía persiguió al ladrón hasta atraparlo, con lo que la señora recuperó su bolso.

Tiki sabía que él prefería ser imparcial, pero el bolso y el ladrón le hicieron sentir un poco mal, desconsiderado, desinteresado. El hecho de que Lucía y Mario confesaron tener una relación que parecía ser demasiado seria, agravó la situación, sin saber él por qué. Lo lógico habría sido salir más con Paty, mas no lo hizo, se encerró en él mismo, recordando a cada novia que había tenido hace ya mucho tiempo.

Así que este día, cuando los cuatro irían juntos, en el mismo coche, al trabajo, lo ponía nervioso. Recogieron a Mario y a Paty, y, antes de que se dieran cuenta, ya estaban riendo como antes y dirigiéndose a cualquier lugar que no era la oficina.

Metieron el coche a un estacionamiento y salieron a caminar en una zona a la que no habían ido antes, descubriendo un puente y un río en medio de la colonia, donde se sentaron a desayunar lo que habían conseguido por ahí. Tiki pronto se puso a pensar qué hacían aquí y si deberían volver a la oficina, pero llegó a la conclusión que necesitaba esto, que simplemente debía dejarse salir, aunque fuera un solo día.

Pasaron varios días haciendo esto, llegando al mismo puente un día a la semana, hasta que decidieron usar ese día para hacer obras de caridad o de servicio social. Fue entonces cuando ocurrió: Tiki se dio cuenta de que era una buena persona. El bolso de la señora no lo había intentado recuperar porque, simplemente, cometió un error, como todo ser humano, pero en el fondo se había preocupado por hacer sentir bien a las personas con las que convivía, se había encargado de que estuvieran cómodas con su vida, por lo que podría decirse que, sí, era una buena persona, intentando ser mejor cada día, como todos los demás.

sábado, 30 de abril de 2016

El fin (Él, Parte 3)

La luna se alzó en el cielo ya morado y oscurecido, una luna horrenda y repudiada que había presenciado crueldades e incluso había sido víctima de otras tantas. Había sido enviada como mal presagio: El claro ardía en furiosas llamas, el árbol caería y él perecería en medio de todo, destruyéndose el pozo con su muerte. Pero él no estaba listo para morir, una parte de él quería seguir luchando, así que corrió hacia el bosque, mas sus piernas gemían de tan precipitada carrera y sus pulmones estaban por colapsar; sus pies estaban quemándose y su corazón estaba demasiado dolido y cansado. Sin embargo, su voluntad era fuerte, después de todo, y podía sentir el fin cerca, con lo que le nació un nuevo aliento, una nueva vida, una vida que no quería marcharse tan rápido del todo, por lo que pudo correr lo suficientemente rápido como para escapar de las lúgubres manos que salían del mar de fuego. Recordó entonces una época que había sido olvidada, donde el bosque era su amigo, antes de que confundiera el pozo como parte del bosque, antes de hundirse en él.

Ya había perdido tres veces, no iba a perder una vez más. Al menos, no sin luchar por ello más fuerte que antes. Se propondría llegar a las montañas, donde había un santuario, quizá ahí lo recibirían y le ayudarían a conseguir consuelo. Si se iba, el pozo probablemente no sería destruido por las llamas, aun cuando el claro se quedara corrupto. El ser lo seguiría, en su manera psicótica de buscar el bien, pero él lucharía por ir un paso adelante y llegar a la cima de las montañas, donde quizá las nubes pudieran lavar sus ojos y abrir su mente, tranquilizando su desesperación y encerrándolo en un plano de inconsciencia satisfactoria, donde por fin podría elevarse y perderse en el universo, para al fin encontrar la tranquilidad que buscaba... Solo quizá. Si no lo lograba, podría ocurrir algo peor y quizá entonces él no podría volver a escapar. Por otro lado, si él ganaba, podría cumplir sus metas y, de una vez por todas, vivir feliz.

Él levantó la mirada, a las copas de los árboles, y se imaginó la silueta de las montañas recortadas en la bruma matutina. Cerró los ojos, inspiró profundamente, y los volvió a abrir. Entonces, con gran determinación, sonrió, se adentró en el bosque y corrió. Corrió para llegar más rápido. Corrió, no para huir, sino para enfrentar. Corrió por el fin de sus problemas. Corrió por el comienzo de su realización, por la conclusión de su historia. Él corrió, y corrió más rápido de lo que nadie ha corrido antes, hacia las montañas, hacia lo que fuera que hubiera enfrente. Corrió por él. Corrió, y no tropezó.

jueves, 28 de abril de 2016

El claro (Él, Parte 2)

Él estaba muriendo, o ya había muerto, o quizá aún seguía vivo, no lo sabía, ya nada era claro, él estaba completamente perdido y neciamente ciego a tan amargo final.
No deseaba morir, aunque tampoco quería seguir viviendo así. Renunció a todo, se dejó caer. Después de tan ardua lucha de tres vidas, se dejó vencer una vez más, y el ciclo volvió a comenzar. Siempre perdía, el peso de todo era demasiado y él no podía con tanto, simplemente se sofocó en un lago de problemas con un deseo atorado en la garganta, justo a punto de salir: El deseo de cumplirse a sí mismo. Pero nunca pudo, nunca podría. Nunca fue suficiente, siempre faltaba algo. Nunca pudo resolver el único rompecabezas que en realidad le importaba; nunca pudo terminar, necesitaba un tiempo que no le pertenecía y que nunca le perteneció; todo había sido rojo y negro, azul eléctrico y verde fosforescente. Todo era de ensueño, pero se volvió pesadilla y nunca logró despertar: Terminó aplastado. Y, mientras, la entidad se reía de él y de su ingenuidad, de su inmadurez; lo volvía su títere, pero no para malos propósitos, pues este ser era un ser caprichoso que existía en la línea entre lo bueno y lo malo; este ser lo guió de nuevo a la zona fría, donde el podía yacer con tranquilidad y recuperarse para regresar con todo su poder a la batalla. Se rio de su ternura masoquista y lo estrechó contra su seno, siempre protegiéndolo, de una manera paranoica, mas nunca hubo peligro.
Fue entonces cuando él saltó, cansado de estar en el pozo, aburrido de la monotonía de abajo, y se elevó. Observó. Era un gran pastizal, donde el pasto llegaba hasta los tobillos, un pasto suave que no irritaba; todo era verde, claro y hermoso. El cielo azul, los dos soles flotando, la escalera al cielo; todo nítido, lleno y deslumbrante. Un frondoso bosque rodeaba el gigante claro, estando el poso hacia el sur, y erigiéndose en medio de todo una colina con delicada pendiente. Era perfecta, acariciando con su cima el fresco viento. Allí, en la cima, un árbol tupido y único estiraba sus ramas a tan hermosa creación.
Él salió del pozo, saltó, corrió y huyó de la entidad de una vez por todas; sus caprichos abrumaban su entero ser. Se detuvo a las faldas de la colina y miró hacia el árbol: Un ser etéreo lo miraba, con unas luces rojas fulminantes, y mientras estudiaba su alma, se abrió hacia él, dándole la bienvenida. Por fin había llegado. Paz. Consuelo. Descanso eterno. Subió la colina, pero a la mitad se sintió golpeado por una fuerza invisible: Los ojos del ser ahora lo miraban con odio, furia, lo repudiaba, no lo aceptaba. Fue entonces cuando ocurrió: La peor catástrofe de todas.
El mundo se hizo añicos. Las imágenes de paz y tranquilidad, aquella hermosura, todo se destruyó. Su lugar, perfecto, estaba ardiendo; él era la causa, él lo provocó al salir del pozo. En vez del hermoso pasto solo habían tiernas y peligrosas llamas que, con sed insaciable, lamían el pasto y todo lo que encontraran dentro del claro. Alrededor del pozo solo había una alfombra de cenizas y una gaseosa nube de naranja furioso mientras, en el cielo, los soles se desvanecían tras gritos de dolor, la escalera se replegaba hacia arriba y subía una extraña luna, una luna de malos augurios...

miércoles, 27 de abril de 2016

La interrogante de la vida

La vida es larga, es cruel, es linda
A todos ayuda y después vomita
Es tuya, es mía, es no correspondida
Y muchos recitan "La vida sea maldita"

Perdices en vida, no es fácil decir
Si es bueno o malo el estar aquí
Disfrutando u odiando la voluntad de quien
Señala y ampara "La vida es con él"

Muchos degustan y otros rehúsan
Otros gozan, adoran o imploran
La vida es dura a veces, y a veces no lo es
Es muy confusa, pero la vida solo es

Vivir o morir, no saber qué elegir
Saltar o nadar, cantar o declamar
Elegir, elegir, vivir o morir
Dejar todo atrás sin regresar jamás

Oh, digo, la vida es confusa
Sus misterios revela pero aún hay dudas
Delicioso acertijo sin resolver
Vivir, reto que al que hay que responder

martes, 26 de abril de 2016

El ser puro y él (Él, Parte 1)

Él vivía dentro del bosque. Muchos decían que vivía solo, pero eso no era cierto, él vivía lleno y rodeado de seres, fueran estos etéreos, <fantasmagóricos>, míticos, todos seres, al fin y al cabo. Solo, no, claro que no, él vivía con alguien más: Alguien que llegó indeseado y que forzó su estadía hasta ser perpetuamente aceptado.

Los que veían lo no visto llamaban a este intruso un ser maligno e invasivo, una entidad oscura y demoníaca. De estas suposiciones, invasivo es la más cercana, sin embargo, es mayormente erróneo. Este ser había sido involuntariamente llamado y, encima, atraído por el destino. Poseyó al hombre, cuando este era aún un niño, inexperto, rodeado por injurias de dolor, poseyéndolo con  furia y gruñidos, saltos y convulsiones; no fue una fusión agradable. Días de calor seguidos de noches de frío, momentos de lagunas negras y falso control, tentativa felicidad que se quebraba como fino hielo bajo descomunal peso de problemas.

Él, adolorido y entumido, procedió a una fuerte transición. Pasó de ser nada a ser ciego, a ver doblemente detalles que antes no habían, comenzó a hablar y comenzó a sentir. Comenzó a conocer. A saber de lo bueno que tuvo y en ese momento ya no tenía, a lo lejos que quedabam sus ilusas metas de volverse Luna y Sol, a lo odiado y repudiado que del mundo podía ser. Halló su refugio, pero su refugio lo traicionaba. Era como curar una adicción con otra droga: Servía, aliviaba, se sentía bien, pero siempre terminaba en una recaída.

El otro ser se decidió y lo guió, entonces, por el mundo lleno de sombras y hastíos hasta un rincón mágico, un rincón propio, algo que había creado en otra vida. Se volvió agresivo y flamable, se volvió frío y filoso. Ya no había salida.Todo se había echado a perder. Sueños, metas, planes, horarios, amistades, seres queridos. Se pudrieron cual manzanas en otoño. Se volvieron cadáveres tiesos e inmóviles.

Él estaba muriendo, pero no quería morir...

sábado, 23 de abril de 2016

Viviendo, muriendo, volando

Imagina que despiertas y estás siempre en el mismo lugar, la misma habitación con las mismas cuatro paredes blancas, el mismo techo insípido lleno de miradas vacías, los mismos muebles de madera despidiendo aromas de recuerdos de un bosque que ya no es, llenos de lamentos y quejas que no hallarán fin en un futuro inmediato. Una habitación confortable con cojines de terciopelo que susurran piropos y adulan al que los roza, de besos suaves como amante y de colores vistosos como arcoíris y luz de sol.


Imagina que estas flotando en la nada, levitando en los confines del universo, flotando en las falanges de un ser etéreo que te acompaña y te protege de todo lo bueno y lo malo, que su roce es miel en tu garganta; imagina que, flotando, cierras los ojos y la nada es aún menos de lo que ya no era.

Imagina que abres los ojos y de repente lo ves todo: El vacío se convierte en una habitación, la habitación dentro de la casa, ubicada en la colonia, en medio de la ciudad, en un caótico país, sobre la superficie de un estruendoso y viejo mundo, en la galaxia hermosa y cinética, multifacética de un universo, inmerso en milenios de expansión, un universo único...

Imagina que cierras los ojos de nuevo pero, en vez de que todo esto desaparezca, descubras que ha abierto tu mente y se ha colado en ella, que ahora en tu conciencia hay un mundo tan gigante que, difiriendo del mundo externo, no te deja prestar atención en un solo detalle sin desaparecer la esencia de todo, siendo misterioso, evasor y de deliciosos trucos y secretos.

Es así como es la mente de una persona que piensa mucho, una mente indomable, que sin previo aviso se transforma en un torbellino de pensamientos y actitudes, creando en el aura del ser un ambiente de inquietud y transformación salvaje, un ambiente donde todos caben pero pocos logran mantener el ritmo.

Yo volteé al mundo y el mundo trató de invadirme, así que lo dejé entrar y lo abracé. Ella no va con el mundo, ella va con el aire, y juntos nos complementamos. Él es tierno y dulce, cuidadoso, como el agua, mientras que yo soy frío y duro, agradable como hospedero, siendo yo tierra. Hay veces en las que me siento como metal, o como roca: Duro, imperturbable. Pero ellos siguen dentro de mí, haciendo mi mente ligera y cambiante como el viento y el aire, creando mis acciones y movimientos ligeros como el agua y dejándome flotar entre la nada y el todo cada que lo desee. Yo soy el ancla que me mantiene unido a mi alma, que es cambiante y salvaje como el fuego, caprichosa y absorbente.

Yo soy yo, y en mí están ellos. Yo soy la nada, y ellos conforman el todo. Yo soy un mueble, yo soy un blanco, yo soy terciopelo. Ellos son el recuerdo de un bosque, la firmeza de una pared y la suavidad de un cojín. Nos complementamos. Pero al mismo tiempo, demasiada perfección nos aleja, no nos permite ser en este mundo, en esta realidad, y somos confinados entre 4 paredes blancas, un doloroso recuerdo de sabores arrebatados de nuestras papilas, un sofá cómodo que nunca nos ofrecerá el mismo amor que a la dama de rizos blancos, un cojín que se burla de la lluvia sin el arcoíris.

Por milenios he bailado esta danza, la danza del equilibrio por la felicidad. Por milenios he tratado, por décadas he logrado, por segundos he disfrutado. Me siento exhausto, harto, pero decidido, determinado a recuperar esos segundos, porque valen la pena, porque no pueden ser sustituidos, porque son míos. Me decidí a luchar y a esforzarme hace tanto tiempo porque rendirse es morir. La nada no es suficiente por siempre, así que intentaré conseguir mantenerme en el todo y hacer de ese cojín un sólido arcoíris donde ellos y yo podamos pasear.

Me decidí a luchar por nosotros tres. Y, sin embargo, lucho solo por mí. Así que abriré las puertas del universo y dejaré entrar aquellas historias del pasado y del futuro, para que existan en el presente.

Porque a veces imaginamos que estamos encarcelados entre cuatro paredes y luchamos por salir. Porque a veces imaginamos que necesitamos descansar del todo y luchamos por la nada. Porque a veces imaginamos que queremos escapar de la nada y buscamos el todo. Pero es exactamente por eso: Porque siempre imaginamos. Y la imaginación destaca como rojo neón en fondo negro. Es inigualable, y es espada de dos filos. Y es por eso que nosotros debemos buscar un equilibrio entre lo bueno y lo malo, para poder, al fin, recibirlos. Para poder, después de toda la lucha, abrazarlo a él y besarla a ella.

viernes, 15 de abril de 2016

Ausente

Hace mucho me dejó de importar
Hace mucho me dejé caer
Desde hace años me volví alguien más
O, mejor dicho, dejé de ser


Cuando miro hacia atrás solo veo negro
Y es bueno, pues oscuro recuerdo sería
Lo que miraría de vuelta; amargo sabor
Pero sé que ahora no es mejor


¿Me estaré ahogando en problemas?
¿Me estaré causando esto?
Masoquista sé que soy
Suicida, seguro no estoy


Paranoia, exageración
Risas y dolor
Seriedad sin fin
Insípido rollín


Vuelo entonces a mi galaxia
A mi planeta, a mi amor
Llego victorioso y discreto, olvidado
Sin nadie que me reciba, nadie
Ni siquiera un odiado


¿Cuál es el caso?
No encuentro metas ni inspiración
Solo logro pasar un día más
No alcanzo aquel refilón
El refilón del mañana
Ni el saliente del ayer


Entonces me estiro, me desperezo más
Pero simplemente mis huesos tiemblan
Mis manos crujen y mi cuerpo colapsa
Demasiada carga, demasiados sueños


No logro aligerarme
Solo puedo soltarme
No hay cuevas cerca para descansar
No hay techo arriba para saludar


Pero aun así me permito subir la mirada
Me permito mirar las estrellas
Tan hermosas, impasibles y amadas
Incluso ellas van a desaparecer


Pero vendrán otras, vendrán
Vendrán con seguridad y nueva luz
Y yo estaré arriba en la montaña
Con mi guitarra para cantarles
A viva voz sobre ayeres
Ayeres donde desaparecí


Con laúd y con arpa,
Armónica lira que acompañará mis sueños
Las llevaré entonces a un lugar mágico
El lugar donde residí,
El lugar donde morí