sábado, 30 de abril de 2016

El fin (Él, Parte 3)

La luna se alzó en el cielo ya morado y oscurecido, una luna horrenda y repudiada que había presenciado crueldades e incluso había sido víctima de otras tantas. Había sido enviada como mal presagio: El claro ardía en furiosas llamas, el árbol caería y él perecería en medio de todo, destruyéndose el pozo con su muerte. Pero él no estaba listo para morir, una parte de él quería seguir luchando, así que corrió hacia el bosque, mas sus piernas gemían de tan precipitada carrera y sus pulmones estaban por colapsar; sus pies estaban quemándose y su corazón estaba demasiado dolido y cansado. Sin embargo, su voluntad era fuerte, después de todo, y podía sentir el fin cerca, con lo que le nació un nuevo aliento, una nueva vida, una vida que no quería marcharse tan rápido del todo, por lo que pudo correr lo suficientemente rápido como para escapar de las lúgubres manos que salían del mar de fuego. Recordó entonces una época que había sido olvidada, donde el bosque era su amigo, antes de que confundiera el pozo como parte del bosque, antes de hundirse en él.

Ya había perdido tres veces, no iba a perder una vez más. Al menos, no sin luchar por ello más fuerte que antes. Se propondría llegar a las montañas, donde había un santuario, quizá ahí lo recibirían y le ayudarían a conseguir consuelo. Si se iba, el pozo probablemente no sería destruido por las llamas, aun cuando el claro se quedara corrupto. El ser lo seguiría, en su manera psicótica de buscar el bien, pero él lucharía por ir un paso adelante y llegar a la cima de las montañas, donde quizá las nubes pudieran lavar sus ojos y abrir su mente, tranquilizando su desesperación y encerrándolo en un plano de inconsciencia satisfactoria, donde por fin podría elevarse y perderse en el universo, para al fin encontrar la tranquilidad que buscaba... Solo quizá. Si no lo lograba, podría ocurrir algo peor y quizá entonces él no podría volver a escapar. Por otro lado, si él ganaba, podría cumplir sus metas y, de una vez por todas, vivir feliz.

Él levantó la mirada, a las copas de los árboles, y se imaginó la silueta de las montañas recortadas en la bruma matutina. Cerró los ojos, inspiró profundamente, y los volvió a abrir. Entonces, con gran determinación, sonrió, se adentró en el bosque y corrió. Corrió para llegar más rápido. Corrió, no para huir, sino para enfrentar. Corrió por el fin de sus problemas. Corrió por el comienzo de su realización, por la conclusión de su historia. Él corrió, y corrió más rápido de lo que nadie ha corrido antes, hacia las montañas, hacia lo que fuera que hubiera enfrente. Corrió por él. Corrió, y no tropezó.

jueves, 28 de abril de 2016

El claro (Él, Parte 2)

Él estaba muriendo, o ya había muerto, o quizá aún seguía vivo, no lo sabía, ya nada era claro, él estaba completamente perdido y neciamente ciego a tan amargo final.
No deseaba morir, aunque tampoco quería seguir viviendo así. Renunció a todo, se dejó caer. Después de tan ardua lucha de tres vidas, se dejó vencer una vez más, y el ciclo volvió a comenzar. Siempre perdía, el peso de todo era demasiado y él no podía con tanto, simplemente se sofocó en un lago de problemas con un deseo atorado en la garganta, justo a punto de salir: El deseo de cumplirse a sí mismo. Pero nunca pudo, nunca podría. Nunca fue suficiente, siempre faltaba algo. Nunca pudo resolver el único rompecabezas que en realidad le importaba; nunca pudo terminar, necesitaba un tiempo que no le pertenecía y que nunca le perteneció; todo había sido rojo y negro, azul eléctrico y verde fosforescente. Todo era de ensueño, pero se volvió pesadilla y nunca logró despertar: Terminó aplastado. Y, mientras, la entidad se reía de él y de su ingenuidad, de su inmadurez; lo volvía su títere, pero no para malos propósitos, pues este ser era un ser caprichoso que existía en la línea entre lo bueno y lo malo; este ser lo guió de nuevo a la zona fría, donde el podía yacer con tranquilidad y recuperarse para regresar con todo su poder a la batalla. Se rio de su ternura masoquista y lo estrechó contra su seno, siempre protegiéndolo, de una manera paranoica, mas nunca hubo peligro.
Fue entonces cuando él saltó, cansado de estar en el pozo, aburrido de la monotonía de abajo, y se elevó. Observó. Era un gran pastizal, donde el pasto llegaba hasta los tobillos, un pasto suave que no irritaba; todo era verde, claro y hermoso. El cielo azul, los dos soles flotando, la escalera al cielo; todo nítido, lleno y deslumbrante. Un frondoso bosque rodeaba el gigante claro, estando el poso hacia el sur, y erigiéndose en medio de todo una colina con delicada pendiente. Era perfecta, acariciando con su cima el fresco viento. Allí, en la cima, un árbol tupido y único estiraba sus ramas a tan hermosa creación.
Él salió del pozo, saltó, corrió y huyó de la entidad de una vez por todas; sus caprichos abrumaban su entero ser. Se detuvo a las faldas de la colina y miró hacia el árbol: Un ser etéreo lo miraba, con unas luces rojas fulminantes, y mientras estudiaba su alma, se abrió hacia él, dándole la bienvenida. Por fin había llegado. Paz. Consuelo. Descanso eterno. Subió la colina, pero a la mitad se sintió golpeado por una fuerza invisible: Los ojos del ser ahora lo miraban con odio, furia, lo repudiaba, no lo aceptaba. Fue entonces cuando ocurrió: La peor catástrofe de todas.
El mundo se hizo añicos. Las imágenes de paz y tranquilidad, aquella hermosura, todo se destruyó. Su lugar, perfecto, estaba ardiendo; él era la causa, él lo provocó al salir del pozo. En vez del hermoso pasto solo habían tiernas y peligrosas llamas que, con sed insaciable, lamían el pasto y todo lo que encontraran dentro del claro. Alrededor del pozo solo había una alfombra de cenizas y una gaseosa nube de naranja furioso mientras, en el cielo, los soles se desvanecían tras gritos de dolor, la escalera se replegaba hacia arriba y subía una extraña luna, una luna de malos augurios...

miércoles, 27 de abril de 2016

La interrogante de la vida

La vida es larga, es cruel, es linda
A todos ayuda y después vomita
Es tuya, es mía, es no correspondida
Y muchos recitan "La vida sea maldita"

Perdices en vida, no es fácil decir
Si es bueno o malo el estar aquí
Disfrutando u odiando la voluntad de quien
Señala y ampara "La vida es con él"

Muchos degustan y otros rehúsan
Otros gozan, adoran o imploran
La vida es dura a veces, y a veces no lo es
Es muy confusa, pero la vida solo es

Vivir o morir, no saber qué elegir
Saltar o nadar, cantar o declamar
Elegir, elegir, vivir o morir
Dejar todo atrás sin regresar jamás

Oh, digo, la vida es confusa
Sus misterios revela pero aún hay dudas
Delicioso acertijo sin resolver
Vivir, reto que al que hay que responder

martes, 26 de abril de 2016

El ser puro y él (Él, Parte 1)

Él vivía dentro del bosque. Muchos decían que vivía solo, pero eso no era cierto, él vivía lleno y rodeado de seres, fueran estos etéreos, <fantasmagóricos>, míticos, todos seres, al fin y al cabo. Solo, no, claro que no, él vivía con alguien más: Alguien que llegó indeseado y que forzó su estadía hasta ser perpetuamente aceptado.

Los que veían lo no visto llamaban a este intruso un ser maligno e invasivo, una entidad oscura y demoníaca. De estas suposiciones, invasivo es la más cercana, sin embargo, es mayormente erróneo. Este ser había sido involuntariamente llamado y, encima, atraído por el destino. Poseyó al hombre, cuando este era aún un niño, inexperto, rodeado por injurias de dolor, poseyéndolo con  furia y gruñidos, saltos y convulsiones; no fue una fusión agradable. Días de calor seguidos de noches de frío, momentos de lagunas negras y falso control, tentativa felicidad que se quebraba como fino hielo bajo descomunal peso de problemas.

Él, adolorido y entumido, procedió a una fuerte transición. Pasó de ser nada a ser ciego, a ver doblemente detalles que antes no habían, comenzó a hablar y comenzó a sentir. Comenzó a conocer. A saber de lo bueno que tuvo y en ese momento ya no tenía, a lo lejos que quedabam sus ilusas metas de volverse Luna y Sol, a lo odiado y repudiado que del mundo podía ser. Halló su refugio, pero su refugio lo traicionaba. Era como curar una adicción con otra droga: Servía, aliviaba, se sentía bien, pero siempre terminaba en una recaída.

El otro ser se decidió y lo guió, entonces, por el mundo lleno de sombras y hastíos hasta un rincón mágico, un rincón propio, algo que había creado en otra vida. Se volvió agresivo y flamable, se volvió frío y filoso. Ya no había salida.Todo se había echado a perder. Sueños, metas, planes, horarios, amistades, seres queridos. Se pudrieron cual manzanas en otoño. Se volvieron cadáveres tiesos e inmóviles.

Él estaba muriendo, pero no quería morir...

sábado, 23 de abril de 2016

Viviendo, muriendo, volando

Imagina que despiertas y estás siempre en el mismo lugar, la misma habitación con las mismas cuatro paredes blancas, el mismo techo insípido lleno de miradas vacías, los mismos muebles de madera despidiendo aromas de recuerdos de un bosque que ya no es, llenos de lamentos y quejas que no hallarán fin en un futuro inmediato. Una habitación confortable con cojines de terciopelo que susurran piropos y adulan al que los roza, de besos suaves como amante y de colores vistosos como arcoíris y luz de sol.


Imagina que estas flotando en la nada, levitando en los confines del universo, flotando en las falanges de un ser etéreo que te acompaña y te protege de todo lo bueno y lo malo, que su roce es miel en tu garganta; imagina que, flotando, cierras los ojos y la nada es aún menos de lo que ya no era.

Imagina que abres los ojos y de repente lo ves todo: El vacío se convierte en una habitación, la habitación dentro de la casa, ubicada en la colonia, en medio de la ciudad, en un caótico país, sobre la superficie de un estruendoso y viejo mundo, en la galaxia hermosa y cinética, multifacética de un universo, inmerso en milenios de expansión, un universo único...

Imagina que cierras los ojos de nuevo pero, en vez de que todo esto desaparezca, descubras que ha abierto tu mente y se ha colado en ella, que ahora en tu conciencia hay un mundo tan gigante que, difiriendo del mundo externo, no te deja prestar atención en un solo detalle sin desaparecer la esencia de todo, siendo misterioso, evasor y de deliciosos trucos y secretos.

Es así como es la mente de una persona que piensa mucho, una mente indomable, que sin previo aviso se transforma en un torbellino de pensamientos y actitudes, creando en el aura del ser un ambiente de inquietud y transformación salvaje, un ambiente donde todos caben pero pocos logran mantener el ritmo.

Yo volteé al mundo y el mundo trató de invadirme, así que lo dejé entrar y lo abracé. Ella no va con el mundo, ella va con el aire, y juntos nos complementamos. Él es tierno y dulce, cuidadoso, como el agua, mientras que yo soy frío y duro, agradable como hospedero, siendo yo tierra. Hay veces en las que me siento como metal, o como roca: Duro, imperturbable. Pero ellos siguen dentro de mí, haciendo mi mente ligera y cambiante como el viento y el aire, creando mis acciones y movimientos ligeros como el agua y dejándome flotar entre la nada y el todo cada que lo desee. Yo soy el ancla que me mantiene unido a mi alma, que es cambiante y salvaje como el fuego, caprichosa y absorbente.

Yo soy yo, y en mí están ellos. Yo soy la nada, y ellos conforman el todo. Yo soy un mueble, yo soy un blanco, yo soy terciopelo. Ellos son el recuerdo de un bosque, la firmeza de una pared y la suavidad de un cojín. Nos complementamos. Pero al mismo tiempo, demasiada perfección nos aleja, no nos permite ser en este mundo, en esta realidad, y somos confinados entre 4 paredes blancas, un doloroso recuerdo de sabores arrebatados de nuestras papilas, un sofá cómodo que nunca nos ofrecerá el mismo amor que a la dama de rizos blancos, un cojín que se burla de la lluvia sin el arcoíris.

Por milenios he bailado esta danza, la danza del equilibrio por la felicidad. Por milenios he tratado, por décadas he logrado, por segundos he disfrutado. Me siento exhausto, harto, pero decidido, determinado a recuperar esos segundos, porque valen la pena, porque no pueden ser sustituidos, porque son míos. Me decidí a luchar y a esforzarme hace tanto tiempo porque rendirse es morir. La nada no es suficiente por siempre, así que intentaré conseguir mantenerme en el todo y hacer de ese cojín un sólido arcoíris donde ellos y yo podamos pasear.

Me decidí a luchar por nosotros tres. Y, sin embargo, lucho solo por mí. Así que abriré las puertas del universo y dejaré entrar aquellas historias del pasado y del futuro, para que existan en el presente.

Porque a veces imaginamos que estamos encarcelados entre cuatro paredes y luchamos por salir. Porque a veces imaginamos que necesitamos descansar del todo y luchamos por la nada. Porque a veces imaginamos que queremos escapar de la nada y buscamos el todo. Pero es exactamente por eso: Porque siempre imaginamos. Y la imaginación destaca como rojo neón en fondo negro. Es inigualable, y es espada de dos filos. Y es por eso que nosotros debemos buscar un equilibrio entre lo bueno y lo malo, para poder, al fin, recibirlos. Para poder, después de toda la lucha, abrazarlo a él y besarla a ella.

viernes, 15 de abril de 2016

Ausente

Hace mucho me dejó de importar
Hace mucho me dejé caer
Desde hace años me volví alguien más
O, mejor dicho, dejé de ser


Cuando miro hacia atrás solo veo negro
Y es bueno, pues oscuro recuerdo sería
Lo que miraría de vuelta; amargo sabor
Pero sé que ahora no es mejor


¿Me estaré ahogando en problemas?
¿Me estaré causando esto?
Masoquista sé que soy
Suicida, seguro no estoy


Paranoia, exageración
Risas y dolor
Seriedad sin fin
Insípido rollín


Vuelo entonces a mi galaxia
A mi planeta, a mi amor
Llego victorioso y discreto, olvidado
Sin nadie que me reciba, nadie
Ni siquiera un odiado


¿Cuál es el caso?
No encuentro metas ni inspiración
Solo logro pasar un día más
No alcanzo aquel refilón
El refilón del mañana
Ni el saliente del ayer


Entonces me estiro, me desperezo más
Pero simplemente mis huesos tiemblan
Mis manos crujen y mi cuerpo colapsa
Demasiada carga, demasiados sueños


No logro aligerarme
Solo puedo soltarme
No hay cuevas cerca para descansar
No hay techo arriba para saludar


Pero aun así me permito subir la mirada
Me permito mirar las estrellas
Tan hermosas, impasibles y amadas
Incluso ellas van a desaparecer


Pero vendrán otras, vendrán
Vendrán con seguridad y nueva luz
Y yo estaré arriba en la montaña
Con mi guitarra para cantarles
A viva voz sobre ayeres
Ayeres donde desaparecí


Con laúd y con arpa,
Armónica lira que acompañará mis sueños
Las llevaré entonces a un lugar mágico
El lugar donde residí,
El lugar donde morí