Imagina que despiertas y estás siempre en el mismo lugar, la misma habitación con las mismas cuatro paredes blancas, el mismo techo insípido lleno de miradas vacías, los mismos muebles de madera despidiendo aromas de recuerdos de un bosque que ya no es, llenos de lamentos y quejas que no hallarán fin en un futuro inmediato. Una habitación confortable con cojines de terciopelo que susurran piropos y adulan al que los roza, de besos suaves como amante y de colores vistosos como arcoíris y luz de sol.
Imagina que estas flotando en la nada, levitando en los confines del universo, flotando en las falanges de un ser etéreo que te acompaña y te protege de todo lo bueno y lo malo, que su roce es miel en tu garganta; imagina que, flotando, cierras los ojos y la nada es aún menos de lo que ya no era.
Imagina que abres los ojos y de repente lo ves todo: El vacío se convierte en una habitación, la habitación dentro de la casa, ubicada en la colonia, en medio de la ciudad, en un caótico país, sobre la superficie de un estruendoso y viejo mundo, en la galaxia hermosa y cinética, multifacética de un universo, inmerso en milenios de expansión, un universo único...
Imagina que cierras los ojos de nuevo pero, en vez de que todo esto desaparezca, descubras que ha abierto tu mente y se ha colado en ella, que ahora en tu conciencia hay un mundo tan gigante que, difiriendo del mundo externo, no te deja prestar atención en un solo detalle sin desaparecer la esencia de todo, siendo misterioso, evasor y de deliciosos trucos y secretos.
Es así como es la mente de una persona que piensa mucho, una mente indomable, que sin previo aviso se transforma en un torbellino de pensamientos y actitudes, creando en el aura del ser un ambiente de inquietud y transformación salvaje, un ambiente donde todos caben pero pocos logran mantener el ritmo.
Yo volteé al mundo y el mundo trató de invadirme, así que lo dejé entrar y lo abracé. Ella no va con el mundo, ella va con el aire, y juntos nos complementamos. Él es tierno y dulce, cuidadoso, como el agua, mientras que yo soy frío y duro, agradable como hospedero, siendo yo tierra. Hay veces en las que me siento como metal, o como roca: Duro, imperturbable. Pero ellos siguen dentro de mí, haciendo mi mente ligera y cambiante como el viento y el aire, creando mis acciones y movimientos ligeros como el agua y dejándome flotar entre la nada y el todo cada que lo desee. Yo soy el ancla que me mantiene unido a mi alma, que es cambiante y salvaje como el fuego, caprichosa y absorbente.
Yo soy yo, y en mí están ellos. Yo soy la nada, y ellos conforman el todo. Yo soy un mueble, yo soy un blanco, yo soy terciopelo. Ellos son el recuerdo de un bosque, la firmeza de una pared y la suavidad de un cojín. Nos complementamos. Pero al mismo tiempo, demasiada perfección nos aleja, no nos permite ser en este mundo, en esta realidad, y somos confinados entre 4 paredes blancas, un doloroso recuerdo de sabores arrebatados de nuestras papilas, un sofá cómodo que nunca nos ofrecerá el mismo amor que a la dama de rizos blancos, un cojín que se burla de la lluvia sin el arcoíris.
Por milenios he bailado esta danza, la danza del equilibrio por la felicidad. Por milenios he tratado, por décadas he logrado, por segundos he disfrutado. Me siento exhausto, harto, pero decidido, determinado a recuperar esos segundos, porque valen la pena, porque no pueden ser sustituidos, porque son míos. Me decidí a luchar y a esforzarme hace tanto tiempo porque rendirse es morir. La nada no es suficiente por siempre, así que intentaré conseguir mantenerme en el todo y hacer de ese cojín un sólido arcoíris donde ellos y yo podamos pasear.
Me decidí a luchar por nosotros tres. Y, sin embargo, lucho solo por mí. Así que abriré las puertas del universo y dejaré entrar aquellas historias del pasado y del futuro, para que existan en el presente.
Porque a veces imaginamos que estamos encarcelados entre cuatro paredes y luchamos por salir. Porque a veces imaginamos que necesitamos descansar del todo y luchamos por la nada. Porque a veces imaginamos que queremos escapar de la nada y buscamos el todo. Pero es exactamente por eso: Porque siempre imaginamos. Y la imaginación destaca como rojo neón en fondo negro. Es inigualable, y es espada de dos filos. Y es por eso que nosotros debemos buscar un equilibrio entre lo bueno y lo malo, para poder, al fin, recibirlos. Para poder, después de toda la lucha, abrazarlo a él y besarla a ella.
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