Tiki despertó a las 6 en punto de la mañana, siendo lunes, primer día de la semana laboral. Abrió sus ojos y vio la luz del sol colándose delicadamente en su habitación, de manera tímida y amorosa. Despertó y escuchó su canción favorita en el despertador, olió la madera de los muebles de su habitación y alcanzó a oir los coches en la avenida, esforzándose por ganar el primer lugar en la fila del semáforo. Sonrió, era un nuevo día, una nueva semana, y todo estaba bien.
Se vistió, todo ropa deportiva, y salió a correr, encontrándose con la señora de la casa 10, el joven de la 5, la pareja de otra colonia... Solamente cruzó miradas con ellos, pues Tiki no era una persona social, era más bien un marginado de la sociedad. Él se consideraba una persona neutral, ya que no participaba en ningún asunto directamente y cuando lo hacía era de manera parcial.
Lucía llegó alrededor de las 8:30 a.m., pues había quedado con Tiki de ir juntos al trabajo, ahorrando gasolina, aunque más que nada (y de esto se había dado cuenta Tiki) era porque el auto de Lucía estaba averiado y Mario no tenía coche. Sacó la excusa de la gasolina pero, al disgustarle un poco a Tiki la compañía empalagosa de Lucía, se encargó de invitar a Mario y a Paty, para balancear las cosas.
La hora acordada era a las 9, aunque no había tanto problema, ya que Mario y Paty estaban cerca y encima no había tanto tráfico, no como a las 7, 8, hora en la que la mayoría entraban a trabajar o a estudiar. Tiki no hacía mucho en su oficina, casi todo lo que tenían era trabajo en casa. Aun así, tenían horas por cubrir y reportes que entregar, ya que lo demás se hacía por medio de correo electrónico, así que procuraban llegar temprano y abarcar los turnos de las 9 hasta alrededor de las 3, para después salir a comer y, entonces, dependía del día, si regresaban o se dedicaban a otras actividades.
Tiki, Lucía, Mario y Paty se llevaban bien, habían superado la etapa de relaciones de trabajo y comenzaron a formar algo parecido a amistad, incluso bromearon con forma una banda. Tiki en la guitarra con un poco de melodía, Mario en la batería, abarcando toda la percusión, Paty con un piano que se encargaba de una dulce armonía y como segunda voz, y por último Lucía iba a ser vocalista. Crearon un par de canciones situacionales, como <<Mario se durmió a mitad del reporte>> o <<Paty volvió a derramar su refresco>>.
En la oficina, habían horarios establecidos. Llegando, por la mañana, todos serios, se ponían a terminar lo que no habían acabado el día anterior o adelantaban otras tareas. Era un ritmo rápido y exigente al que ellos acordaron trabajar, pero para eso estaban los <<suspiros>>, que eran los momentos del desestrés. Habían guerras de pelotas de desestrés y de bolas de papel, bromas y venganzas de bromas, anécdotas interesantes, anécdotas chistosas y anécdotas perturbantes, etcétera. Después de 15 minutos de suspiro, comenzaba una etapa de trabajo ligero donde se colaba algún solitario, alguna manzana o algún comentario entre dos compañeros.
Después de la comida, se separaban, Mario usualmente nunca volvía a trabajar hasta el próximo día, sino salía con amigos de universidad, Lucía solía ir por sus sobrinos y cuidarlos hasta que su hermana saliera de trabajar y Paty siempre tenía clases de algo. Era Tiki el único que, a su parecer, no tenía suficiente vida. Volvía a la oficina un par de horas, con lo que siempre cubría horas extras, y después caminaba por la ciudad en medio del ocaso.
Un día, Tiki se cruzó con una situación peculiar que lo dejó entumido: en medio del parque, le robaron el bolso a una señora de mayor edad, y el ladrón corrió en su dirección, directo a Tiki. Nadie había levantado una alarma inmediata, por lo que muchos no se dieron cuenta, pero Tiki sí lo vio, porque él observaba todo, al no tener nada mejor que hacer. Sin embargo, al cruzarse el ladrón con él, Tiki simplemente hizo nada. Le pareció, incluso, saludar con un movimiento de cabeza al ladrón, como hacía con todos los que se cruzaba mirada. Su conciencia no fue, a pesar de ello, lastimada, ya que un policía persiguió al ladrón hasta atraparlo, con lo que la señora recuperó su bolso.
Tiki sabía que él prefería ser imparcial, pero el bolso y el ladrón le hicieron sentir un poco mal, desconsiderado, desinteresado. El hecho de que Lucía y Mario confesaron tener una relación que parecía ser demasiado seria, agravó la situación, sin saber él por qué. Lo lógico habría sido salir más con Paty, mas no lo hizo, se encerró en él mismo, recordando a cada novia que había tenido hace ya mucho tiempo.
Así que este día, cuando los cuatro irían juntos, en el mismo coche, al trabajo, lo ponía nervioso. Recogieron a Mario y a Paty, y, antes de que se dieran cuenta, ya estaban riendo como antes y dirigiéndose a cualquier lugar que no era la oficina.
Metieron el coche a un estacionamiento y salieron a caminar en una zona a la que no habían ido antes, descubriendo un puente y un río en medio de la colonia, donde se sentaron a desayunar lo que habían conseguido por ahí. Tiki pronto se puso a pensar qué hacían aquí y si deberían volver a la oficina, pero llegó a la conclusión que necesitaba esto, que simplemente debía dejarse salir, aunque fuera un solo día.
Pasaron varios días haciendo esto, llegando al mismo puente un día a la semana, hasta que decidieron usar ese día para hacer obras de caridad o de servicio social. Fue entonces cuando ocurrió: Tiki se dio cuenta de que era una buena persona. El bolso de la señora no lo había intentado recuperar porque, simplemente, cometió un error, como todo ser humano, pero en el fondo se había preocupado por hacer sentir bien a las personas con las que convivía, se había encargado de que estuvieran cómodas con su vida, por lo que podría decirse que, sí, era una buena persona, intentando ser mejor cada día, como todos los demás.