¿Qué parte de nosotros insiste tanto en permanecer?
¿Por qué insistimos en trascender?
Siento que todo giran en torno a la muerte.
Toda la existencia aparece, desaparece, vuelve a aparecer y, de la nada, se desvanece de nuevo. Nadie es tan consciente de ello, pero todo se mueve en el mismo ciclo sin dejar atrás nada más que un cuerpo en descomposición.
Excepto los humanos.
Desde tiempo atrás, ganamos conciencia, razonamiento, complejidad de pensamiento y emoción. Ganamos autorrealización, ganamos miedo. tenemos celos, tenemos ira, tenemos amor, todo lo que, aparentemente, poseen otras especies, sin embargo, ninguna especie lo posee todo a la vez ni lo procesa tan profundamente.
Algo más que adquirimos y que secretamente nos persigue, es el sentimiento de pérdida. Tenemos miedo de perder algo: nos ponemos tristes, agresivos, ausentes o nostálgicos cuando ello pasa. Comenzamos a vivir en el pasado donde, felices, teníamos aquello que perdimos. Una relación (amorosa, familiar, amistosa), algo material y sentimental como una casa en concreto, o estábamos en una clase con un docente más agradable que el actual. Y, para vivir en tal pasado, lo inmortalizamos a través de talismanes, algo proveniente de ese episodio de nuestras vidas, como la pluma que usamos al plasmar algo en el papel, o la plumilla al tocar aquella guitarra, o el collar de la madre que se fue y nunca volvió. Algo que nos haga sentir que no se fue del todo, que siempre puede volver, algo que alargue su existencia.
Empezó, supongo, cuando la humanidad, en sus inicios, comenzó a formar las tribus nómadas. Lo primero que se inmortalizó fue el conocimiento sobre cómo fabricar armas, cómo hacer fuego, cómo crear vestimenta con pieles. Las primeras pérdidas fueron cuando el mejor cazador de la tribu caía, pues significaría mayor dificultad en conseguir buena y abundante comida. Perder al mejor curtidor era no tener abrigos tan buenos para invierno. La catástrofe de que todos los varones y mujeres fuertes cayeran y se quedaran desamparados los débiles, los viejos y los niños.
Posteriormente la preservación del conocimiento valioso tomó vías más perpetuas: la pintura rupestre. "¿Recuerdan aquella vez que matamos a un mamut?". De ahí todo fue subiendo en complejidad y duración, hasta llegar al arte y la tecnología de hoy en día.
La base de todo ello, siento, está en tener una existencia tan efímera: cuando mueres, es inmediato; de repente estás aquí y de repente ya no estás más en ningún lugar, y puede ocurrir en menos de lo que dura un parpadeo. O mayoría de la gente tiene una memoria corta y ambigua, lo que recuerda pero no recuerda bien se mezcla y no se sabe con certeza lo que ocurrió en ese tiempo. Pero, si nuestra existencia no fuera tan frágil, si fuéramos más longevos o, incluso, inmortales, ¿realmente estaríamos tan desesperados por dejar nuestra marca en el mundo? Yo supongo que no. El punto en trascender se basa en la acción de dejar algo atrás, hay un abandono implícito de por medio. Sí, el realizar algo también es porque genera sentimiento de autorrealización y orgullo, pero el imprimirlo y preservarlo a través de generaciones son acciones que se toman para no dejar de vivir. Los talismanes que nos mantienen vivos incluso después de nuestra muerte. "Si siguen cantando mis canciones y siguen leyendo y alabando mis libros cien años después de mi muerte, ¿estoy realmente muerto? Mis pinturas y esculturas son mi carta de presentación: no importa que me vaya, me conocerán, sabrán quién soy, lo que pienso, lo que siento y lo que anhelo".
¿Por qué insistimos en permanecer? Porque queremos, secretamente, vivir tanto como la tierra misma.